Nos encontramos en la zona en la que fueron instalados los musulmanes (mouros) de la ciudad después de la conquista de Lisboa por Alfonso Henriques, el primer rey de Portugal, en 1147. Al pie del Castelo de São Jorge, es donde vivían hasta ser expulsados junto con los judíos en 1497. De esta zona sobreviven algunos vestigios de la muralla musulmana (a Cerca Moura).
Se trata de un barrio típico lisboeta, con las esencias de un pueblo dentro de la ciudad. Es considerado la cuna del Fado, aquí vivió María Severa Onofriana, la primera gran fadista, en el siglo XIX, que debido a sus amores con el Conde de Vimioso, introdujo la música popular entre la aristocracia.
Las calles de A Mouraria ofrecen a quien lo visita, un patrimonio histórico con majestuosos palacios, iglesias barrocas, casas del siglo XVII y fachadas de azulejos, un lugar por donde perderte entre sus estrechas callejuelas. La mayoría de turistas, por desconocimiento, pasan de largo por este barrio que es, para nosotros de visita casi obligada.
Como ya he mencionado antes, entre los muros del barrio más antiguo de Lisboa cantó sus primeros versos María Severa, una prostituta que buscaba atraer a los marineros que llegaban al puerto, con melodías llenas de nostalgia que acabarían siendo el germen del Fado. Murió joven de tuberculosis siendo enterrada en una tumba sin identificar en el humilde Cemiterio do Alto de São João. Hoy podemos ver una placa en la entrada de su antigua vivienda hoy convertida en casa de fados.
Retratos de Fadistas en Rua do Capelão |
Mouraria homenajea a los mejores fadistas en la Rua do Capelão, en cuyas paredes lucen los retratos de los más grandes del Fado como son Argentina Santos, Fernando Mauricio o la grandísima Amália Rodrigues "A Rainha" (1920-1999), la mejor fadista de la historia, que uno no se cansa de escuchar un y otra vez. Con ella el Fado rompió fronteras, paso todas las barreras ideológicas, poéticas y musicales. En su voz el Fado conquistó el territorio de la poesía erudita. Su arte llevó el Fado a los más prestigiosos palcos del mundo, siendo aclamada nacional e internacionalmente como la voz de Portugal, adoptando una dimensión universal.
Pero las calles de este barrio no solo presumen de fadistas, este es un barrio popular donde los vecinos tienen un protagonismo especial gracias al proyecto de la fotógrafa inglesa Camilla Watson, que fotografió a los vecinos y sus fotos cuelgan de los muros de algunas de sus calles, entre Largo dos Trigueiros y Beco das Farinhas.
Descubrimos, en este viaje, un barrio de diversidad cultural y a su vez un espíritu muy portugués, donde sus habitantes son tan importantes como los famosos fadistas que pasaron por sus calles, y donde no se concibe no saludar al vecino, donde la vida cotidiana se desarrolla de ventana a ventana.
Para descubrir el barrio una buena idea es recorrer sus calles, lo que hicimos nosotros de la mano de Mariana, una guía turística por el día y fadista por la noche, a la que doy las gracias desde estas líneas por sus explicaciones, por hacernos entender la importancia de este barrio para la historia de esta maravillosa ciudad y por hacernos sentir el fado. Es recorrer sus calles empezando desde Martin Moniz junto a la capilla blanca de Nossa Senhora da Saudade, tomar la Rua do Mouraria hasta encontrar a la derecha la Rua do Capelão donde encontrarás los retratos de los grandes fadistas. Y desde este punto lo que te recomendamos es callejear sin perderte las calles como Beco do Jasmin, Rua dos Trigueiros o Beco das Farinhas, hasta terminar en las Escadinhas de São Cristóvão donde hace pocos años fue inaugurado un grafiti plasmando de forma divertida los elementos protagonistas del Fado, Severa se agarra a Fernando Mauricio, el rey del fado, rodeados por los temas más habituales del mismo y algunos símbolos de la ciudad.
Conocer el Barrio de Mouraria en Lisboa es imprescindible y necesario para conocer el lado más auténtico de la ciudad. No vas a encontrar grandes monumentos ni restaurantes de moda. Solo encontrarás la Lisboa más auténtica con sus fachadas de azulejos, coladas secadas al viento, vecinos asomados a las ventanas hablando de lo cotidiano, estrechos callejones con balcones llenos de macetas, gentes sentadas en los bancos de sus pequeñas plazas y sobre todo Fado, mucho Fado. Aquí vas ha sentir la ciudad.
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