Esta bonita ciudad ha sido todo un descubrimiento y no solo por la calle Laurel, que también. Bañada por el río Ebro, Logroño ha sido cruce de caminos a lo largo de la historia, por ella transcurre el Camino de Santiago, siendo disputada entre los antiguos reinos de la península ibérica durante la edad media. Comenzamos la visita paseando por sus calles desde el Paseo del Espolón y su parque, la zona verde más importante de la ciudad con la estatua ecuestre del general Baldomero Esparter.
En su casco antiguo, en Ruavieja, encontramos los "calados" que es el nombre que reciben en La Rioja las bodegas que estaban bajo las casas. El calado de San Gregorio o el del Palacio de los Yanguas. Como curiosidad, existió una ordenanza municipal del año 1583 que prohibía el paso de carruajes herrados por la Ruavieja para no perturbar el descanso de los vinos que reposaban en los calados.
Algo que nos encontramos por sorpresa fue la espectacular portada barroca del siglo XVII del Parlamento de La Rioja, situado en lo que fue el convento de la merced hasta 1835 y luego fábrica de tabaco.
Y como ya comenté al inicio, nadie puede irse de Logroño sin visita y degustar sus tapas en la Calle Laurel, continuamente abarrotada de gente. Un verdadero placer. Una ciudad que merece la pena visitar.
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